martes, 10 de noviembre de 2009

Dioses y medicina

En el medio de aquella selva inmensa que caía en el bravo mar, cuando la humanidad vivía otros tiempos, el hombre y la mujer se miraban uno al otro apasionada y curiosamente. Una mirada y un deseo de conocimiento que no tenía comparación con el contemplar la naturaleza o a los animales con quienes también convivían, Era diferente.

Las curas de todos lo males y enfermedades se ponían en mano de los dioses y de lo que la madre tierra proveía. Uno de aquellos primeros habitantes era “el doctor”, para casi todo encontraba solución y era a quien los dioses escuchaban. Se cuenta que lograba preparar unas poderosas y eficaces medicinas, que gracias a él muchos pobladores curaron sus dolencias y enfermedades y hasta salvaron sus vidas.

Ocurre que después de una tormenta y vaya a saber por qué, este buen muchacho dejó de ser oído por los dioses. Le había llegado una malaria. Las plegarias y los rezos del muchacho doctor no eran escuchadas, sus preparados no tenían efecto suficiente y fueron varios que perdieron su vida.

Retirada del casco principal de población había una joven mujer afligida.

Sentía que todos los maleficios habían caído sobre ella, se notaba distinta. Sangró unos días entre sus piernas, a sus ojos les faltaba brillo, dejaba transcurrir los días yendo a contemplar el mar, echando suspiros al agua. En una hamaca descansaba y casi no hablaba con nadie. Comía y bebía poco, sólo lo necesario para sobrevivir.

La preocupación y las habladurías llegaron a oídos del doctor, quien decidió visitarla.

Caminó angustiado desde la mañana hasta que la encontró cuando la luna se estaba asomando.

La miró, comenzó a observarla, cruzaron sólo un par de palabras. Revisó el cuerpo de la muchacha con sus manos. Ella transpiraba y suspiraba como nunca.

Tímida y confundida señaló al doctor su entrepierna. Él sintió en todo su cuerpo la sensación de tener la cura para ella.

Se aproximó más a la mujer. Se juntaron en un largo abrazo. Se mezclaron, compartieron sudores, salivas y vapores. Aquel lugar de la selva ardió unos instantes.

Los dioses volvieron a iluminar al doctor: encontró la medicina que salvó a la muchacha.


Mariana Hauy

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