Tenerla frente a mi desnuda resultaba una fiesta para mis manos, creo que nunca las sentí tan contentas.
Sentir sus labios sobre los míos, y mis labios sobre los de ella. Recorrer su cuerpo a besos fue un paseo del que no quise privarme. Rozar su suave y tersa piel, lentamente, para experimentar cada curva, cada hueso de su perfecta anatomía.
Cerrar los ojos e imaginar que ella era mía, completamente mía.
Abrazarla y sentirme incompleto al soltarla era inevitable.
Dejar detrás viejos tabúes para ser uno con ella, para que ella fuera una conmigo, y de una vez fusionarnos.
Movernos, correr y caminar, agitarnos locamente.
Sentir la vida en un instante, saciarnos de la forma más sublime.Ena
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