miércoles, 30 de septiembre de 2009

Una historia de nunca acabar

Acostada en la cama, veo que al techo se lo come la humedad. Él a mi lado, se justifica, “es la primera vez, no sé qué me pasa”. Armándome de santa paciencia, bajo hasta su entrepierna y comienzo a cumplir su pedido, “dale, chupála un poquito”. Para colmo, el sucio no se baña, la baranda por poco me produce arcadas. De pronto, el muerto comienza a resucitar, y totalmente animado echóse a andar. Entonces él, cual bestia poseída, se levanta, aparta mi cara, me toma por la cintura y comienza la embestida. El acto desenfrenado aparentemente comienza a excitarme, gimo, casi que grito y le pido más. Pero entonces... dura lo que dura dura.

Acostada en mi cama, siento la noche pasar, el sol se cuela por la persiana, y al techo se lo come la humedad. Él a mi lado se justifica, “no sé que me pasa”. Ay, dios, una más y son cuarenta. Encima el desgraciado pagó como diez turnos para estar conmigo.

Juan Ignacio Domínguez.

21/09/09

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