lunes, 2 de noviembre de 2009

La última carta.


Mamá, no llores, mamá, tratá de calmarte, lo peor ya pasó, ahora sólo hay que despedirse. Dejá de llorar y por favor prestá atención, que ésta es la última carta que esos hijos de puta me van a dejar escribir. Suerte que estoy volcando esto en papel, porque el nudo que tengo en la garganta, combinado con el agujero que ahora vive en mi pecho, no me dejarían hacer otra cosa que llorar y sollozar incontrolablemente como una pelotuda. Yo sé que sos fuerte, siempre lo fuiste, por lo menos más que yo, eso seguro. Ahora vas a tener que ser más fuerte que nunca, mamá, como Lennon, que se las bancó todas hasta que los hijos de un camión de putas lo mataron. Bueno, mamá, cambiando de tema, supongo que estarás leyendo esta carta con papá, no? No llores vos tampoco, sabés que la muerte nos llega a todos y que, como vos bien dijiste, “podés hacer cualquier cosa, menos evitar las consecuencias”, eso es una de las cosas que más recuerdo de tus enseñanzas. Quiero dejar impreso en este sucio papel blanco (claro, ¡mirá si estos forros me van a traer una hoja limpia!) todo lo que los amo. Traten de no llorar, sabés que en poco tiempo esto termina y yo voy a estar en un lugar mejor, mamá, no creas que ahora sí creo en Dios, obvio que no, no soy ninguna imbécil que se arrepiente de su ideología antes de morir, mamá. Quiero que me cremen, sin excusas, yo sé que vos me entendés, papá. Quiero que me cremen y me tiren en Mar del Plata, no, no, mejor ahí no, sino cada vez que vayas a tu ciudad favorita vas a estar triste, mamá, mejor en otro lugar… decidan ustedes, ¿si?

Y también quisiera que recuerden cómo viví, yo se que estás muy orgulloso de mí, mi amor, y sabiendo que dediqué todos mis esfuerzos, por sobre todas las cosas, a hacer espíritus críticos, almas concientizadas del futuro anodino que les tocó vivir, donde lo único que importa es tener, y no ser, (vos leíste a Fromm, ¿no?) donde lo más importante es disciplinar, vigilar y castigar. Te amo profundamente por ser mi completad, mi todo, mi amor. Y porque vos también sos de esos que inevitablemente piensan y se preguntan el porqué de la supuesta razón de las cosas. Como yo.

Me duelen los brazos, ya no puedo escribir más, Hermanita. Pero no importa, ya dije todo lo que tenía que decir. Sólo recuerda que te quise como a nadie, y que, como nosotras, nunca habrá. Guardo los más felices momentos con vos, y son tantos que el sólo recordarlos me hace sonreír. Sos la mejor hermana del mundo. Ever.

Pienso en tanta gente que hay una fiesta en mi cabeza. Amé a todos y cada uno de ustedes. Ustedes saben. Lean todo lo que puedan y no se dejen convencer por los discursos vacíos que nos rodean persecutoriamente.

Y recuerden que: “Lo mejor que podrás aprender es simplemente a amar y ser amado.”

Gracias.

Adiós.


Antonella D'Alessio

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